EL CUENTO DEL LEHENDAKARI Y LA PRESIDENTA

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EL CUENTO DEL LEHENDAKARI

 Y LA PRESIDENTA

Érase una vez un recién elegido Presidente de una de las 17 Comunidades Autónomas que junto a las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla conforman el actual Estado Español, al que, como a los otros cargos públicos que le precedían, le gustaba titularse “Lehendakari” de la CAV. Había decidido, como gesto de buen vecino, hacer una visita oficial a la lehendakari de otra de esas comunidades, conocida como Comunidad Foral, a la que él llamaba “Presidenta”. Era un 4 de un Setiembre, nuboso.

Apretón de manos y unos besos, como corresponde, al tiempo que se obsequiaban con sendos ”egunon”-es. Y enseguida a hablar de sus cosas, de sus conciertos económicos y de sus Amejoramientos en el Estado español. Pradales recordó que sus dos comunidades tenias cosas en común, como cercanía, economía, etc. Chivite recalcó que no solo la vecindad, sino el idioma, etc., matizando a este respecto que la atención al euskera debería hacerse atendiendo a la realidad histórica, afirmación trampa porque se basa en su concepto de que “donde se haya perdido, que siga perdido y donde esté flojillo, que siga flojillo”, cuando el euskera fue definido como la “Lingua Navarrorum” o “Lengua de los navarros” en aquel documento de hace 850 años, sancionado por el rey navarro Sancho el Sabio y la realidad debería interpretarse como que “donde se haya perdido, recuperarla” y “donde esté flojilla, fortalecerla”. 

Pero pronto pronunció Chivite las habituales expresiones diferenciadoras, disgregadoras, tales como “NAVARRA Y EL PAIS VASCO” O “NABARROS Y VASCOS”, remedando la terminología de Arnaldo Otegi en su última aparición en ETB. Ambos políticos se refirieron a diferentes cuestiones de semejanza entre sus respectivas Comunidades Autónomas, pero fueron incapaces de acertar en que lo que nos asemeja y une es, precisamente, el ser partes de un mismo País, de una misma Nación, de un mismo Pueblo, de una misma Comunidad Social, con todas los consecuentes vínculos históricos, culturales, idiomáticos, étnicos, etc., que se derivan, no importa cómo se nos llame como colectivo nacional, vascos, navarros, vasconavarros, navarrovascos o como, en definitiva, nosotros decidamos que queremos que se nos llame. Pero, como afirma mi buen amigo José Manuel Agirre, el único vivo, a sus pronto 98 años, de los fundadores de ETA, “somos un colectivo humano con poca vis nacional, que sólo en muy pocas ocasiones históricas se ha manifestado”. 

Efectivamente, como grupo social, eso que la sociología define como “número de individuos que se hallan en una situación de interacción mutua relativamente duradera” y que abarca desde la pareja sentimental hasta la comunidad nacional, nos quedamos un poco a medio camino en ese imprescindible cierto grado o conciencia de pertenencia al colectivo global, nacional, eso que llamamos “conciencia nacional”, que resulta totalmente necesario y nos quedamos anclados en fuertes sentimientos de pertenencia a nuestro colectivo parcial, a eso que ahora se le llama Territorio Histórico. Nuestro “Gu ta gutarrok” (Nosotros y los nuestros), por desgracia, se nos suele quedar corto. Es como la pareja que no ve más allá de su “Zu ta biok” (nosotros dos), sin percatarse de que es parte de una familia más amplia. O como el donostiarra que cree que fuera de su maravillosa ciudad, solo está el vacío o el resto del mundo sin más, sin percatarse de que también es gipuzkoano y más cosas por encima de eso, concretamente vasco. Todos los grupos humanos somos, como afirma la sociología, subgrupos de otros más grandes. 

Somos tan bizkaitarras, tan navarros, tan gipuztarras…que se nos olvida que también somos miembros de otro colectivo más amplio, de ámbito nacional. Es lo que le ocurrió a aquel patriota bilbaíno, Sabino de Arana y Goiri, que al principio sintió que su ámbito social se acababa en Bizkaia, publicó en 1892 “Bizkaia por su independencia” y comenzó a editar en 1893 el periódico “Bizkaitarra”. Su hermano Luis le ayudó a percatarse de que, por encima de su querida Bizkaia, había algo más, Euskal Herria, a la que él rebautizó como Euzkadi, a la cual también pertenecía como bizkaino. Triste es que, en el siglo siguiente, concretamente en 1979, los dirigentes del Partido que él fundó, el PNV, dieran un incomprensible paso atrás y pusieran, en el Título Preliminar del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Autónoma Vasca, en su Artículo 1, que “El Pueblo Vasco, Euskal Herria, como expresión de su nacionalidad y para acceder a su autogobierno, se constituye en Comunidad Autónoma dentro del Estado Español bajo la denominación de Euskadi o País Vasco, de acuerdo con la Constitución española…” 

Y en su Artículo 2.2 dijeron que “El territorio de la Comunidad Autónoma del País Vasco quedará integrado por las provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya…” añadiendo que “…y también Navarra si decide su incorporación”. Lo que Sabino Arana avanzó de 1 a 7, su partido retrocedió de 7 a 3. Desearía que la gran masa abertzale de sus seguidores revertiera ese gran error histórico de su dirección, ofuscada quizás entonces por aquello de “acceder al autogobierno”. Porque si se establece oficialmente que “vascos son los habitantes de las tres Provincias Vascongadas”, difícil será argumentar a los de Nafarroa, Lapurdi y Zuberoa que ellos también son vascos. 

Y aquí se nos plantea el eterno asunto de cómo nos auto-llamamos como colectivo nacional o cómo nos han llamado otros Pueblos a través de la historia: Wasconia, Vasconia, Baskonia, Gaskuña, Euskalerria, Euskal Herria, Euskaria, Euzkadi, Euskadi, País Euskaro, País Vasco, País Vasconavarro, País Vascongado, Reino de Pamplona, Reino de Navarra, Tierra Vasca, Zazpiak Bat… 

 Deberíamos ir pensando y consensuando entre los integrantes de los distintos territorios que componemos nuestra común Nación, cómo nos vamos a llamar y cómo queremos que nos llamen, si vascos, navarros, euskaros o como nos salga de nuestra voluntad colectiva, respetando la idiosincrasia de cada Territorio Histórico, pero con una sola denominación común. Entiendo al respecto que decir vasconabarro es del mismo estilo que decir vascobizkaino o vascozuberotarra; terminológicamente son redundancias. Llamarnos a todos “navarros”, impediría a los habitantes de Nafarroa auto nombrarse a sí mismos, como Territorio Histórico, cuando es una de las partes del País con más personalidad y un papel histórico preponderante. Sería interesante abordar esta cuestión, así como la de fijar una enseña común para el conjunto de nuestro País. En cuanto a nuestras señas comunes de identidad nacional, la historia es ya inamovible, la cultura cambiante y la etnia cada vez tiene menos peso estadístico. Creo que el idioma sería hoy en día, como aglutinador, el factor más importante; puerta de entrada, además, en nuestra nación, para todo aquel que quiera integrarse en ella, aunque no compartiera etnia ni pasado histórico. ¿Qué tal si Eusko Ikaskuntza asumiera esa importante tarea de investigación histórica, sociológica…?

Y continuando con el cuento, al día siguiente se reunía, a convocatoria del lehendakari Pradales, la Mesa de Salud, con la asistencia de partidos políticos de derechas y de izquierdas, asociaciones de usuarios y de sanitarios de Osakidetza, sindicatos, etc., para hacer un Diagnóstico de la situación de la sanidad pública en la CAV y un Pacto posterior para tomar las medidas necesarias para mejorarla. No voy a profundizar en el tema, porque eso pertenecería a otro cuento, pero sí quiero comentar que la persona elegida como Consejero de Salud, el doctor Alberto Martínez, de talante amable y sonriente, es uno de los pocos consejeros que ha hecho su promesa o juramento al tomar posesión del cargo, exclusivamente en castellano. Posteriormente, en entrevista en Radio Euskadi, ha manifestado: 

“Queremos evitar la confrontación entre los derechos de un paciente y los derechos de un trabajador. Colocamos el euskera en un elemento que es la humanización…empatizar cura…el idioma humaniza…tenemos que garantizar, en la medida de lo posible, que el paciente, en un momento de debilidad, el paciente pueda expresar sus sentimientos, sus emociones, sus síntomas, sus dolores, en su propio idioma…pero no vamos a llevar la controversia entre un derecho de un trabajador y el de un paciente, porque ahí no está el debate”.

Claro que ahí está el debate. Para trabajar en la sanidad en el Estado español, se exige que los sanitarios conozcan el idioma español. Si son de otro estado, el C1 para médicos y el B2 para enfermeros. Y entre nosotros ¿el euskera es solo “elemento humanizador”? ¿solamente para momentos de debilidad? Pobrecito paciente, digámosle algo en su propio idioma… 

Y colorín colorado, por el momento, este cuento no se ha acabado

 

Begirale

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