NO, NO NECESITAMOS DEMOSTRAR LA INEXISTENCIA DE LA ENTELEQUIA DADA EN LLAMAR “DIOS”

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NO, NO NECESITAMOS DEMOSTRAR LA INEXISTENCIA DE LA ENTELEQUIA DADA EN LLAMAR “DIOS”

NO, NO NECESITAMOS DEMOSTRAR LA INEXISTENCIA DE LA ENTELEQUIA DADA EN LLAMAR “DIOS”, SINO QUE TAN SÓLO HEMOS DE MOSTRAR CÓMO LA PRETENDIDA “DIVINIDAD” NI SIQUIERA ES UN PROBLEMA REAL A RESOLVER

La creencia en un presunto “Ser Supremo" al que se dio en llamar "Dios", depende en gran medida del punto de vista desde el que se mire: filosófico, personal, cultural o científico. Puntos de vista no necesariamente excluyentes entre sí.

Para l@s creyentes, digo l@s que tienen fe, la creencia en “Dios” es una fuente de sentido, de moralidad, de consuelo y de esperanza, haciendo de aquélla una relación espiritual personal o una verdad revelada por tradiciones religiosas.

 

Para l@s agnóstic@s la existencia de “Dios” no puede ni comprobarse o afirmarse ni refutarse o negarse, eligiendo bien suspender o bien mantener su juicio o cuestionamiento, pretendiendo con ello mostrar una postura “abierta”.

 

L@s ate@s mantienen que las “religiones” son construcciones culturales y/o explicaciones antiguas, ambas superadas por la Ciencia y la Razón; pero, sobre todo, aseveran  la innecesariedad de plantearse la existencia de  “Dios”.

 

Desde la filosofía la creencia en “Dios” se viene argumentando tanto a favor con el argumento ontológico metafísico como en contra con la crítica de filósofos como aquellos de la escuela materialista hindú Charvaka o Lokāyata -desde antes del s. VII a. “C”, la cual duró hasta el año 1.578 de nuestra era- o como la del griego Diágoras de Melos (465-410 a. ”C”), y hasta más de 24 siglos después con filósofos como Ludwig Feuerbach, Karl Marx y/o Friedrich Nietzsche en el s. XIX, Sigmund Freud y Vladímir Ilich Uliánov, Lenin a caballo entre los siglos XIX y XX o desde Martin Heidegger hasta Jean-Paul Sartre ya en pleno s. XX, respectivamente.

Dicho todo lo cual, haremos una lectura política en clave materialista dialéctica, que es donde ésto cobra su densidad real. Vamos a hilvanar cómo la “religión” y la creencia en “Dios” se articulan con las relaciones de poder, haciendo  especial énfasis en su función dentro de los modos de producción y su papel como instrumento ideológico.

1.      “Religión” y dominación de clase:

Desde Karl Marx y Friedrich Engels, la “religión” no es simplemente un sistema de creencias individuales, sino una superestructura funcional a la base material, que contribuye a la reproducción de las condiciones de existencia de la clase dominante.

Ante ésto, los sistemas teocráticos justifican el orden existente aseverando que “la autoridad viene de Dios” y porque "Dios lo quiso", habida cuenta de que "los pobres heredarán el Reino de los Cielos", y con otras melonadas -coloquialmente torpezas, tonterías o dislates-similares. Estas ideas etéreas -volátiles por sutiles, impalpables por fútiles, sublimes por puras  o  irreales  por  abstractas- no surgen del aire y, de facto, resultan útiles para consolidar estructuras jerárquicas para el sometimiento y la consiguiente sumisión, para el acatamiento y la inmediata dejación, así como para el embrutecimiento y la colaboración hasta la dejación y la rendición. “Dios”, digo l@s teócratas precisan de la resiliencia y de la procrastinación, pero sobre todo de la resignación y de la renuncia de las masas a la Lucha de Clases para su liberación.

Cuando al sufrimiento se le da un sentido espiritual, se deja de luchar contra él en lo material, lo que supone la sumisión política, lo cual viene aconteciendo ya desde la polis o ciudad-Estado de la antigua Grecia. Precisamente por todo eso, la “religión” siempre supuso, supone y supondrá un freno histórico para todas las luchas emancipatorias.

En el feudalismo, la “Iglesia” (nada que ver con su origen etimológico de “asamblea”) era, cuando no protagonista absoluta, coprotagonista del poder político y económico, legitimando al rey y al señor feudal, excomulgando a quienes amenazaban el “orden” y, en decenas, si no en cientos de millones de ocasiones, torturándolos y hasta asesinándolos.

2.  El papel del Estado y la “religión”:

Lenin retoma esta idea en “La religión y el Estado”, explicando cómo el Estado burgués, incluso en su versión “laica”, tolera o promueve “religiones” porque sabe que ellas suavizan los conflictos sociales, desvían la Lucha de Clases hacia el éter, digo hacia el “Cielo”, ergo hacia la nada, y canalizan la frustración hacia lo “espiritual” en vez de hacia la Revolución.

La presunta separación formal Iglesia-Estado no anula el rol ideológico de la “religión”. En regímenes más conservadores, la “religión” es incluso parte del aparato represivo: se alía con el ejército, el poder judicial o los medios para sostener el status quo.

3.  El papel revolucionario del ateísmo:

Desde el Materialismo Dialéctico, el ateísmo (no insistiremos en el redundante o pleonásmico término de científico) no es solo una postura personal, sino una necesidad política e histórica para la emancipación de la Humanidad.

Liberarse de “Dios” es parte del proceso de liberación del ser humano. No es atacar a los creyentes, sino transformar las condiciones que les hace sentir como necesaria esa creencia. La crítica de la “religión” es la crítica del mundo que la necesita para mantener la miseria, la opresión, la ignorancia y la explotación.

Por eso, las experiencias revolucionarias (URSS, China y Corea, Cuba, Vietnam y Laos, u otras) promovieron y/o siguen promoviendo una educación científica, racional, laica y colectivista, como forma de formar una conciencia libre, no alienada ni sujeta a promesas trascendentes (las que están más allá de los límites de cualquier conocimiento posible o sencillamente resultan metafísicas).

4.  La “religión” como fenómeno en transformación:

Hoy, muchos movimientos “religiosos” asumen formas más progresistas (Teología de la “liberación”, Islam “social”, etc.), lo que presenta un desafío interesante.

¿Son contradicciones internas del sistema “religioso”? ¿Son intentos de cooptación del discurso emancipador? ¿Pueden convivir ciertas formas de espiritualidad con el materialismo revolucionario?

Estas son discusiones abiertas dentro del marxismo contemporáneo o, mejor dicho, del post marxismo. Algun@s, principalmente l@s post marxistas, las ven como aliadas tácticas en ciertos contextos; pero, otr@s, fundamentalmente l@s marxistas, como formas de intencionado desvío ideológico.

Desde una perspectiva materialista dialéctica, ergo científica, la noción de "Dios" se entiende tanto como una construcción histórica y, sin embargo histérica, como social, empero meta ideológica, producto de condiciones materiales concretas, no como una entidad real o necesaria para explicar el mundo.

En ese marco lo real es lo material, y lo que no puede comprobarse mediante la experiencia, el método científico o la praxis social carece de fundamento. La conciencia es producto de la materia organizada de forma compleja (el cerebro), no algo trascendente o dado por una “instancia superior”, digo por un “Ente supremo”, ergo por “Dios” y/o la “Santísima Trinidad” en el “cristianismo”.

Las “religiones” son vistas como expresiones de alienación o reflejo de estructuras de dominación, como bien lo plantean Karl Marx, Friedrich Engels y otros autores del Materialismo Histórico.

Por lo tanto, no es que se “niegue” a “Dios” en el sentido clásico, sino que la categoría misma carece de sentido dentro del marco epistemológico (acerca de la naturaleza, el origen y los límites del conocimiento) que se adopta. No se trata de demostrar su inexistencia, sino de mostrar que ni siquiera es un problema real a resolver.

Desde el Materialismo Histórico, la ideología es la forma en que las clases sociales interpretan el mundo. No es algo "neutro", sino una construcción que tiene raíces en las condiciones materiales de existencia. En ese sentido, las ideas “religiosas” forman parte de una ideología que refleja y, la inmensa mayoría de las veces, legitima, dando carta de naturaleza, a las relaciones de producción y explotación existentes.

La “religión” como “ideología” no solo “explica” lo inexplicable para las masas, sino que también “naturaliza” el “orden” social, taladrándonos con la idea del "sufrimiento redentor", o la del "más allá", como pretendido, y no pocas veces desgraciadamente logrado, consuelo ante la miseria material.

Ésto conecta directamente con Karl Marx cuando dice que “la religión es el opio del pueblo”, no en un sentido despectivo simplista, sino como un alivio ilusorio ante la alienación real.

Hablando de la alienación “religiosa”, hay que observar que tiene múltiples dimensiones (cultural y personal, económica y crematística, social y política, así como filosófica e ideológica). En este caso hablaremos de la alienación “religiosa”, dejando a un lado tidas las demás :

El ser humano, al perder el control sobre su propia producción y su destino histórico, proyecta fuera de sí “una fuerza superior”, a la que luego compartimenta dividiéndola en “dioses”, y para terminar interesadamente compendiándola en un solo  “Dios” -en realidad en los diferentes “dioses” de los respectivos monoteísmos, particularmente los abrahámicos en Yahvé, en Jesucristo y en Allah-, y como creador y gestor, respectivamente, de “el principio” y de “el destino”.

Ludwig Feuerbach y Karl Marx desarrollaron esta idea: “Dios es una proyección idealizada de las cualidades humanas”. En lugar de reconocerse no sólo como actor sino también como autor de su mundo, el ser humano lo atribuye a un “Ente externo”, a una entelequia -ficción, ilusión y/o invención-, la que para Aristóteles suponía “un fin u objetivo de una actividad que la completa y la perfecciona”. Este teísta, a pesar de ser el mejor discípulo de Aristocles, “Platón”, no heredó la Academia dirigida por su maestro, quien la cedió a su sobrino Espeusipo, precediéndole en el proto nepotismo el tirano griego Pisístrato con sus familiares y amigos, pero adelantándose al de Pompeyo con su suegro y a los que durante siglos se constituyó y legalmente se instituyó avanzada la Edad Media (incluso antes del “Papa” “Juan XXII” -de 1244 a 1334-, quien nombró cardenales a un hijo suyo, a un hermano y a tres sobrinos) como el nepotismo “papal”, el cual, de facto, jamás cesó ni dentro ni fuera de la “Iglesia”.

El empirismo dialéctico utiliza las herramientas que permiten reconectar al ser humano con su poder real sobre la Naturaleza, ergo sobre lo material, y sobre la Historia, ergo sobre lo acontecido o histórico; quiérese decir que toda praxis revolucionaria precisa tanto del Materialismo Histórico como del Materialismo Dialéctico.

La conciencia no es eterna ni dada, sino que se forma históricamente. Las creencias “religiosas” surgen en momentos específicos del desarrollo social: cuando la humanidad no puede explicarse ciertos fenómenos o cuando las clases dominantes necesitan consolidar su poder. A medida que avanza el desarrollo de las fuerzas productivas y del conocimiento científico, la necesidad de una conciencia mística disminuye.

La conciencia adquiere cada vez más un carácter racional, práctico y colectivo en lugar de mítico, místico o individualista, respectivamente. Definitivamente con  el enfoque materialista, la creencia en “Dios” se entiende como un producto ideológico nacido de la alienación, que responde a condiciones históricas específicas, y que tiende a desaparecer (o a transformarse profundamente; al menos, eso esperábamos l@s ate@s y acaso hasta l@s “agnóstic@s”) a medida que el ser humano se emancipa material y socialmente; sin embargo, postquam homo sapiens, ¿éste se sigue emancipando o, por el contrario, se encuentra desemancipándose, y cuando no involucionando?

La filosofía no es un saber puro o abstracto: es una expresión de las contradicciones reales del mundo, una forma de tomar posición frente a él. Por eso mismo expresa intereses de clase, y nunca es neutra. Toda concepción filosófica implica una postura ante el conocimiento (epistemología), la sociedad (ética/política) y el ser humano (antropología). Por eso, cuando uno dice “soy materialista dialéctico”, no está haciendo una afirmación académica, sino asumiendo una cosmovisión completa, que impacta en cómo se vive, se actúa y se lucha.

 

En lo personal, aunque desde lo cotidiano parezca “individual”, lo personal es también histórico y social. No existe el “yo” fuera de las condiciones materiales que lo producen. Nuestra subjetividad está moldeada por la clase, la cultura, la historia, la familia, el trabajo y, en definitiva, por la ideología. Nuestras decisiones “personales” están atravesadas por condiciones colectivas.

Ejemplo de ésto resulta la fe en “Dios”, la cual puede parecer una decisión íntima, pero está condicionada por la educación, la cultura, la clase social y la historia familiar; resultando política en lo personal.

La cultura no es un “adorno” o un lujo, sino una forma concreta en que los pueblos producen sentido. Es terreno de lucha ideológica donde se disputa qué se cree, qué se valora y qué se espera. La cultura refleja las contradicciones sociales sin resolver, pero también puede transformarlas (por eso la cultura popular tiene poder alienante o emancipador, respectivamente). No se puede hacer política revolucionaria sin disputar el terreno cultural. Desde la dialéctica, la ciencia no es neutral ni “objetiva” en sentido absoluto sino que es una forma histórica y social de producir conocimiento, basada en la práctica material.

En tensión y/o enfrentamiento con la ideología dominante, una pretendida política revolucionaria puede ser cooptada por el capital (tecnociencia) o puede servir al pueblo (Ciencia crítica, emancipadora). Así pues, la Ciencia no debe separarse del proyecto humano y social: debe servir a la transformación del mundo, no a su contemplación ni al beneficio de las minorías. Por eso mismo, la educación y la cultura, la clase social y la historia familiar, así como la política en lo personal, van estrechamente de la mano, ya que en una visión dialéctica, estas dimensiones no se oponen ni se aíslan, sino que se integran como niveles de una misma realidad compleja y dinámica.

La Revolución verdadera no puede ser sino filosófica, personal, cultural y científica a la vez. Porque transforma el mundo y la conciencia, transforma la sociedad y al sujeto.

Como ejemplos concretos que integren lo filosófico, lo personal, lo cultural y lo científico, desde una perspectiva dialéctica y materialista, elegiré dos que tienen mucha potencia y en los que cabe el cuestionamiento objeto de este artículo. Empezaré por el “reguetón”, el cual tiene particular vigencia en América Latina, y más concretamente la República Dominicana, para a continuación seguir con “La Internacional”, está vez de ámbito absolutamente global. Veremos cómo no se tratan de la noche y el día, de antónimos ni que, a pesar de todas las contradicciones que se pretendan, sean otra cosa que dos caras de la misma moneda, sino que, al fin a la postre, ambos ejemplos hablan de rebeldía, y en absoluto de revelación “divina”.

Empezaremos por el “reguetón”, campante en la forma  post “anglicana” del “evangelismo” pro sionista (término político, ergo mundano, que en absoluto “religioso”) de la República Dominicana, y concretamente hablando del “reggaeton/dembow” como fenómeno cultural-popular. A primera vista, puede parecer “sólo música”, pero si lo analizamos dialécticamente, vemos que condensa múltiples niveles de la realidad social y subjetiva, muchas veces           contradictorios.      No  nos  olvidemos  del  origen  jamaicano  del  reguetón  y menos de su inspiración “divina”, en “Jah”, y con anterioridad en el “divinizado” sátrapa etíope Haile Selassie, para el “rastafarismo”. Vayamos capa por capa.

En lo cultural, el “reggaeton/dembow” expresa la vida cotidiana, las tensiones, las aspiraciones y la sexualidad de sectores populares, sobre todo jóvenes. Nace de la marginalidad, como una forma de creación simbólica frente al despojo; pero, también puede reproducir valores patriarcales, consumistas y alienantes, cuando está cooptado por la industria. Es decir: es una forma de cultura viva, contradictoria, que puede ser vehículo tanto de liberación como de dominación.

En lo personal, para quien escucha o produce esta música, hay una identificación profunda: es su lenguaje, su barrio, su deseo y su historia. No se trata solo de gusto: es identidad, afirmación de existencia frente a una sociedad que muchas veces excluye a l@s jóvenes. Entonces, atacar esta música sin comprender su raíz social es atacar a la persona. La crítica tiene que ser desde la empatía y la comprensión de su origen material.

En lo filosófico, la música popular no está desprovista de filosofía: plantea una visión del mundo, del cuerpo, del placer y del poder. Algunos temas glorifican la riqueza, la violencia o el machismo: es ahí donde aparece una cosmovisión construida por el sistema; pero, también hay resistencia, rebeldía, deseo de cambio, todo lo cual se puede canalizar hacia una conciencia crítica. Por ello, desde la filosofía materialista, no se trata de moralizar, sino de comprender el contenido ideológico y disputarlo.

En lo científico, se puede hacer un análisis sociológico, lingüístico, psicológico o económico del fenómeno musical, preguntándonos acerca de quiénes producen la música y en qué condiciones, de qué industrias la explotan, de qué impactos tiene en la subjetividad de las y de los jóvenes; no obstante, también se puede usar la ciencia y la educación popular para acompañar procesos de transformación tales como talleres, producción autogestionada y formación crítica. La Ciencia sirve para entender el fenómeno en su totalidad y ayuda a intervenir conscientemente en él. Desde la praxis revolucionaria solo cabe crear espacios de producción musical popular con contenido consciente, sin negar el ritmo ni la estética del barrio, formar talleres donde se escuche, analice y critique la música desde una mirada colectiva y respetuosa. Tanto es así que se puede llegar a usar el “beat" (acaso no por casualidad “to beat” tiene el significado de “para vencer o derrotar” en inglés) o ritmo del “dembow" (en el “patois” jamaiquino significa “ellos se inclinan”, y que deriva de la canción “Dem Bow” de Shabba Ranks; es un género musical urbano de la República Dominicana, con influencias del “regggaeton” y del “dancehall” jamaicano, que se caracteriza por su ritmo repetitivo y movimientos de baile sensuales y provocativos) para crear letras revolucionarias, tanto ecologistas como feministas, obviamente desde el ámbito anticapitalista. Hay que hacer pedagogía en y con el lenguaje del pueblo: no solo con libros, sino con micrófono, bocinas, calle, ritmo. Por lo tanto, una canción puede convertirse en filosofía, ciencia, identidad y cultura en movimiento.

Pongamos ahora el segundo ejemplo propuesto, el de “La Internacional”, la cual no es solo un himno obrero, sino que es una condensación simbólica, filosófica, cultural y política del proyecto revolucionario mundial. Vamos a desmenuzarla (aquí, más por examinarla en detalle  que  por  dividirla)  desde  ese  enfoque  total  que  venimos  haciendo,  y  luego,  si  os interesa, podremos adaptarla o recrearla en clave local, regional o nacional. Vayamos al análisis dialéctico de aquélla.

En lo filosófico, es una afirmación del Materialismo Histórico: no hay salvación “externa”, ni “divina” ni “mesiánica”. Solo la Clase Trabajadora organizada puede emanciparse o, si se prefiere, sólo el pueblo salva al pueblo.

La frase donde niega que haya salvadores “supremos”, “ni en dioses, reyes ni tribunos está el supremo salvador” lo resume todo: ruptura radical con las ideologías de la sumisión que, al fin a la postre, supone un enfrentamiento, y no solamente dialéctico, contra la burguesía en general. Ésto representa una ontología, mas no metafísica sino filosófica, ergo proto científica, del cambio social en general y del ser humano como sujeto activo de la historia en particular.

En lo personal, cuando alguien canta “La Internacional”, no lo hace solo desde la teoría. Lo hace desde el cuerpo, la memoria, la lucha, la herida y la esperanza. Une lo íntimo con lo colectivo, tu dolor se funde con el del pueblo, y tu deseo de justicia se vuelve canción común. Cantarla en una marcha, en un encierro, en un congreso, es un acto profundamente afectivo y, sin embargo, también políticamente revolucionario.

En lo cultural, tiene una carga simbólica histórica que une generaciones y geografías (fue cantada en París, Moscú, La Habana, Santiago de Chile, Pekín, y en el Santo Domingo que no estuvo lejos de seguirle los pasos a “los barbudos” de Cuba -de esto último acaso también hablemos algún día-). Representa una cultura revolucionaria internacionalista, una tradición contrahegemónica. Funciona como “mito” moderno del Movimiento Obrero, como relato de sentido y movilización.

En lo científico, es producto del desarrollo de una conciencia científica de la Historia, la cual reconoce las leyes de la Lucha de Clases, la alienación y la explotación. Fue escrita (su autor fue Eugéne Pottier, en 1.871 y dentro de sus “Chansons Révolutionnaires”; siendo musicada en 1.888 por Pierre Degeyter) desde el conocimiento profundo de las condiciones materiales del capitalismo, no desde una fe o creencias en lo inmaterial, sino desde el análisis. No es una oración ni un rezo: es una consigna, racional e históricamente dialéctica, convertida en arte popular.

Volviendo al ejemplo anterior, el del “reguetón”, si la versionamos en clave dominicana, con su ritmo caribeño (“dembow”, bachata de protesta, fusiones urbanas, etc.), con una letra que mantenga el contenido revolucionario, pero con referencias locales (la del campo, la de barrios como Gualey, Capotillo, Santiago o San Juan, la de la migración y/o la de la desigualdad), si la percibiéramos así, estaríamos ante una mezcla de estética popular con mensaje anticapitalista. Y conste que no hago una defensa de todo el “reguetón” sino un ataque a toda “religión”.

Tras este profuso, difuso y acaso también confuso discurso, si en vez de leerme a mí prefiriéseis leer algo realmente insuperable, tendríais que quitar el polvo, y ya sea el de la estantería de vuestra casa o el de la librería (que nadie ose a intentar inútilmente hacerlo en biblioteca “pública” burguesa alguna…), y darle lectura a “Materialismo y empiriocriticismo” (Lenin,  mayo  de  1.909); pues, tan solo con cantar todos los años “Grândola Vila Morena” de José Manuel Cerqueira Afonso dos Santos, “José Afonso” y/o camarada “Zeca”, lo cual, sin embargo, puede resultar imprescindible, no nos llevará a la verdadera Revolución Socialista y no al sucedáneo fallido de Portugal, acaso porque los claveles tan solo son para tapar los ojales de las solapas...

P.D.: Para una más completa reflexión se me ocurre que algún día le dediquemos un espacio a la muerte (espero poder hacerlo digamos que ya de nonagenario…), la cual sensu stricto nos iguala a todos; pero, recogiendo las palabras puestas en la boca de Michael Douglas en su papel de “Espartaco” (otra de las genialidades cinematográficas de Stanley Kubrick, ésta realizada en 1.960), también nos divide, a saber: Todo hombre pierde algo al morir, pero el hombre libre y el esclavo no pierden lo mismo. El libre pierde el placer de vivir; el esclavo, su sufrimiento”, a lo que le sigue que “La muerte es la única libertad para el esclavo; por éso, ¡venceremos!”.

Yo sostengo que el principio u origen de la “religiosidad” -pagana y/o politeista- y de la posterior y, sin embargo, involucionada “religión” -particularmente la monoteista-, está en la consciencia del hecho vital, aparentemente oximorónico, que supone la muerte, al cual, y por el temor potenciado por la dominación del hombre por el hombre (desde no hace tantas décadas, también promovido por en absoluto pocas mujeres, habida cuenta de que hasta en éso, digo en la estulticia, éstas parecen venir superando al hombre), nos ha hecho, amén de temerla, odiarla y, quizás por ello, buscarla, cuando no incluso recrearnos con la del/de la prójim@, y tanto con la copa de vino tras el sepelio individual como con los prismáticos tras el colectivo “turístico” digamos que desde “Sión” (“bíblicamente” al sureste de Uru Salem-Jerusalem-, y sin comillas al suroeste de Suiza), mas no por l@s canane@s, ergo palestin@s, “jebuse@s” fundadores/as hace 3.000 años de aquélla, ergo  por semitas, sino por hij@put@s europe@s, ergo antisemitas…

Resulta demasiado extenso y condensado lo expuesto, por lo que, como ya adelantaba más arriba, el tratar acerca de la muerte en general y de cómo la trata la “religión” en particular, también lo dejaré para otra ocasión.

“LA RELIGIÓN ES EL OPIO DEL PUEBLO”

NO NECESITAMOS SEMEJANTE DROGA ADORMIDERA, Y PRECISAMENTE POR LA INNECESARIEDAD DE SIQUIERA PLANTEAR LA PRESUNTA EXISTENCIA DE “DIOS”

“NI EN DIOSES, REYES NI TRIBUNOS ESTÁ EL SUPREMO SALVADOR. NOSOTROS MISM@S REALICEMOS EL ESFUERZO REDENTOR…”

 

Estilete

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GEHIEN IRAKURRI

AZKEN BERRIAK