35 SIGLOS DE BIOTERRORISMO

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35 SIGLOS DE BIOTERRORISMO

 (PRIMERA PARTE)

          Son denominadas armas biológicas aquellas que utilizan elementos microbiológicos (desde parásitos hasta priones, pasando por bacterias y virus, sin olvidarnos de hongos y levaduras), así como por partes estructurales y o por toxinas de los mismos. Así mismo lo son los venenos o toxinas de animales (que si serpientes, que si escorpiones, que si arañas, que si…). Como aperitivo, eso sí, "envenenado", cabe anticipar cómo con tan solo 1 gramo de toxina botulínica se puede acabar con la vida de 10 millones de personas; resultando la toxina de las esporas del Clostridium botulinum hasta 3 millones de veces más letal que el gas sarín.

          

Los envenenamientos directos de la bebida y de la comida, la utilización de animales, vivos o muertos, en los sistemas de armas e incluso la exposición directa (piel, aparato respiratorio, aparato digestivo, etc.) y o la inoculación, han venido siendo, que conozcamos, y desde hace 35 siglos, los métodos, normalmente bélicos, empleados.

           En el Mundo Antiguo, se sabe que, desde el año 1.500 a. C., los hititas (hoy, buena parte de "Turquía", Siria, Líbano y hasta de la Palestina ocupada por "Israel"), -l@s cuales se adelantaron en su tiempo a l@s egipci@s y a otros pueblos, utilizando el hierro en la fabricación de armas, hasta ell@s, con el frágil y quebradizo cobre-, utilizaban los cadáveres víctimas de la "peste" para depositarlos en tierras enemigas. L@s asiri@s, del 1.500 al 1.200 a. C., conocían el hongo del centeno, el cornezuelo del centeno o ergot (Claviceps purpurea), así como sus propiedades (alucinógenas, cual LSD, entre otras), aunque faltasen siglos antes de que se descubriesen sus alcaloides, como la ergotamina y su efecto el ergotismo. Incluso en las obras de Homero (s. VIII a. C.), concretamente en "La Ilíada" y en "La Odisea", se menta la utilización de ponzoñas y venenos para las puntas de las flechas, etc.

           La peste, la peste bubónica, que en la cultura judeo-cristiana se convertiría en uno de los cuatro jinetes de la apocalipsis, tiene claras y concretas referencias en la Historia de la Medicina, a saber: la "Plaga de Justiniano" (541-542 d. C.), que esparció, a lo largo y ancho del Imperio Romano, la "Peste Negra" (1.347-1.551), la cual acabó con bastante más de la tercera parte de Europa, y la llamada "Tercera Pandemia" (1.855-1.918), que, desde China, se expandió por toda Eurasia. A algun@s autores/as llama la atención cómo finisecularmente ha venido habiendo pandemias tales como la de la peste (Pasteurella pestis, primero para Kitasato Shibasaburō, y tras la peste de Hong Kong de 1.894; empero, después para Alexandre Emile John Yersin, de quien, en 1.970, y en su honor, legaron su apellido a la antedicha bacteria, cambiando su denominación de Pasteurella pestis por el de Yersinia pestis) de 1.720, la del cólera (Vibrium cholerae) de 1.820, la mal llamada (habida cuenta de que se originó en "EE. UU.") gripe "española" de 1.918-1.920 y, el "SARS CoV-2" o "Covid-19" (¿CoronaVIHrus?) de 2.019-2.020.

 

          En la "Primera Guerra Sagrada" de Grecia, por el año 590 a. C., la "Liga Anflctiónica" de Atenas envenenaba, con la planta tóxica eléboro, los suministros de agua del asediado pueblo de Crisa (Delfos y cercanías de Delfos, la del oráculo y la de los Juegos Píticos, regida también por su particular Liga Anfictiónica). En el s. IV a. C. l@s arquer@s escitas (irani@s del norte del Mar Negro) usaron tóxicos y venenos varios. Aníbal de Cartago, por el año 184 a. C., utilizó recipientes de arcilla que estaban repletos de serpientes venenosas, que lanzaban sobre las cubiertas de los navíos enemigos (del Imperio Romano en particular). Manio Aquilo, por el 130 a. C. (por sus "méritos" de guerra, Cónsul romano desde el 129 a. C.), se dedicó a envenenar pozos de suministro de agua de bebida del enemigo.

          Ya en la llamada "nuestra era", ergo d. C., en el s. I se torturaba atando un cadáver junto al reo, quien, de sobrevivir a la cruz o al palo de torturas, sufría de por vida un importante rechazo social. Hatra (cerca de Mosul-Iraq), el año 198, alejó a las huestes romanas de Septimio Severo, lanzándoles jarrones de arcilla repletos de escorpiones.

          En la Edad Media, el Imperio Mongol llevó la peste bubónica desde Asia Central a Oriente Medio y a Europa, donde la también llamada "peste negra" mató nunca menos de la tercera parte e incluso llegando a aniquilar a la mitad de Europa. Personas afectas de peste eran utilizadas, bien con sus excrementos o bien con sus cadáveres, que eran catapultados contra las paredes y o en el interior de los castillos asediados. El año 1.340, el conocido como Asalto de Thun l'Evêque, de la Guerra de los 100 años, catapultaban cadáveres en descomposición. En 1.346, los cadáveres de l@s muert@s por la peste, de la Horda Dorada mongol, eran arrojados sobre las paredes de Caffa (hoy, la Feodosia de la tártara Crimea rusa), por donde entraron la peste bubónica en Europa. El año 1.422, en el Asalto al Castillo de Karlstein-Bohemia, l@s husitas -hussiti o también ussiti- (oximorónicamente definid@s como reformistas y revolucionari@s, seguidores de Jan Hus, y finalmente asociad@s a la Reforma Protestante) catapultaban cadáveres, ya hubieran tenido o no la peste. Por el 1.710, y sobre Reval-Tallin (Estonia), fueron l@s rus@s quienes lanzaban cadáveres apestados contra l@s ocupantes suec@s. En 1.785 fueron l@s tunecin@s, en el asalto de La Calle, los que arrojaban ropas y prendas contaminadas por la ciudad.

           En tiempos modernos, por el s. XVIII, concretamente el 24 de junio de 1.763, en el parlamento de Fort Pitt-Pittsburgh (tras la destrucción y abandono "francés" del Fort Duquesne, fueron l@s "británic@s quienes lo reconstruyeron y ampliaron en la ciudadela de Fort Pitt), el Capitán Simeon Ecuyer dio a l@s representantes de l@s asediantes de Delaware dos cobijas (cubiertas, mantas de plumas, etc.) y un pañuelo que habían sido expuestos a la viruela. El comandante de la milicia, William Trent dijo que era "para transmitir la viruela a l@s indi@s". En la Rebelión indígena de Pontiac, el Comandante "británico" Lord Jeffrey Amherst y el oficial suizo-"británico" Coronel Henry Bouquet se comunicaron epistolarmente a cerca de enviar cobijas infectadas a l@s "indi@s" rebelad@s. Según el historiador Francis Parkman, y mediante las cartas del 29 de junio, del 13, 16 y 26 de julio de 1.763, el Comandante y Lord Jeffrey Amherst escribió: "P.D.: Hará bien en intentar inocular a los indios, por medio de cobijas, así como intentar cualquier otro método que pueda servir para extirpar esa execrable raza. Debería yo estar muy orgulloso de que su esquema para cazarlos con perros surtiera efecto". El Coronel Henry Bouquet, el 26 de julio de 1.763 le contestó con lo siguiente: "Recibí ayer las cartas de Su Excelencia del 16 de julio, con sus inclusas. La señal para los mensajeros indios, y todas sus direcciones serán observadas". L@s indígenas, que no "indi@s", -tal y como por error les definió Crustóbal Colón-, sin un largo contacto, como ancestralmente venían teniendo l@s eurasiátic@s, con los animales domésticos, no tenían resistencia ni a la peste, ni a la sífilis, ni a la tuberculosis, como tampoco frente al sarampión y o frente a la mayoría de las cepas de influenza.

 

          En el s. XIX, en 1.834, el diarista de Cambridge, Richard Henry Dana visualizó cómo, en un barco mercante de San Francisco, las mantas que portaban rus@s y mexican@s pudieron transmitirles la viruela, la cual, al parecer, se inició en un fuerte ruso de California, y a través de mantas y cobijas de segunda mano. En la Guerra de Secesión (1.861-1.865), el General William Tecumseh Sherman deportó que los confederados disparaban animales de granja en los estanques de agua potable de La Unión. El mlsmísimo Jack London, en su "Yah, Yah, Yah!" describe una expedición europea a la Polinesia para llevar el sarampión; no obstante, de esa "ficción" suya, con su posterior propia experiencia sobre el terreno, pudo corroborar lo sospechado, aportando datos para su "London's South Sea Tales".

          Ya en el s. XX, Alemania, durante la I Guerra Mundial, a través de bolsas y correos diplomáticos, concretamente del German General Staff, suministró pequeños equipos de saboteadores, que envió al Ducado ruso de Finlandia, así como a las "neutrales" Rumanía, "EE. UU" y Argentina. En Finlandia, en 1.916, "l@s luchadores/as por la libertad", montad@s en renos, pusieron ampollas con ántrax (carbunco; causado por el Bacillus anthracis) en los establos de los caballos rusos, suministrando similar carga mortífera al agregado alemán en Bucarest. Por otra parte, Alemania utilizó el muermo (primero Pseudomonas mallei, pero después denominada Burkholderia mallei) contra el servicio "aliado". El Oficial de Inteligencia alemán y ciudadano estadounidense Dr Hubert Anton Casimir Dilger estableció un laboratorio secreto, en el sótano de la casa de su hermana, en Chevy Chase-Maryland, donde producía material infestado con muermo, que distribuyó por haciendas, puntos de recolección y puertos de Newport, Norfolk, Balttimore, New York e incluso de St Louis, Covington y Kentucky, así como, y a través de otr@s agentes de Alemania, en cosechas y puertos de Argentina.

           Después de "La Gran Guerra", en 1.925, vino a establecerse, contra el uso de armas químicas y biológicas, el "Protocolo de Ginebra", el cual, en un principio (luego, de manera paulatina, se fue complementado) no decía nada sobre la producción, la compra-venta y o la tranferencia de dichas armas letales (sic). Como veremos en una segunda parte, se dictó para que lo siguieran los Estados que no lo "precisarían"…

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