REFORMA O REVOLUCIÓN

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REFORMA O REVOLUCIÓN

COMUNISMO O CAOS

 

          A partir del cuestionamiento del viejo Althusser contra la teoría del fetichismo quedó asentado como un lugar común indiscutido por sus sobrinas, las metafísicas “post”, que dicha teoría correspondería, supuestamente, a la ideología “humanista” (una mala palabra para toda esta jerga). “Humanismo” de un Marx juvenil, insuficientemente socialista y todavía inexperto. Un Marx que todavía no habría elaborado sus propias categorías y conceptos, que giraría sobre una problemática feuerbachiana, según apuntaba Althusser. Durante varias décadas se asumió ese dato como algo fiable y producto de una lectura filológica rigurosa y estricta. Sin embargo, la génesis de dicha teoría es más compleja de lo que se cree. En esta investigación lo analizaremos en detalle, sólo permítasenos ahora repasar sumariamente esa génesis y esa curva de variación que luego ampliaremos.

          Marx utiliza por primera vez el término fetichismo en el artículo “Debates sobre la ley castigando los robos de leña” (1842): “La provincia tiene el derecho de crearse estos dioses, pero, una vez que los ha creado, debe olvidar, como el adorador de los fetiches, que se trata de dioses salidos de sus manos”17.

          Posteriormente, en los Manuscritos económico filosóficos de 1844, retoma de la Fenomenología del espíritu de Hegel la categoría de “alienación” y el proceso de autoproducción del ser humano como especie a partir del trabajo, entendido como mediación y negatividad.

          Luego, a partir de los Grundrisse [Elementos fundamentales para la crítica de la economía política de 1857-1858], Marx desarrolla el cuestionamiento del fetichismo pero comenzando por el fetiche dinerario.

          Más tarde, en 1867, Karl Marx publica el primer tomo de El Capital. Un lustro después, entre 1872 y 1873, revisa y modifica nuevamente el texto para su segunda edición alemana. Uno de los segmentos que adquieren relieve en esta segunda edición —precisamente la más madura, revisada y meditada de las que se publican en vida de Marx— es “El carácter fetichista de la mercancía y su secreto”. El tema del fetichismo ya estaba en la edición de 1867, ya en la segunda Marx lo separa del resto del primer capítulo sobre la teoría del valor y le pone ese título específico para destacarlo sobre el conjunto. Esta teoría, por lo tanto, a pesar de la sesgada y unilateral exégesis althusseriana que durante décadas se adoptó como la única voz autorizada y “el último grito” de la filología marxista, corresponde a la última escritura de la obra. La de madurez. Allí formula uno de los núcleos centrales con que la obra El Capital cuestiona al capitalismo como sociedad y a su economía política, como ciencia social del capital. Es la razón por la que, en Historia y conciencia de clase, (una de las principales obras marxistas a nivel mundial), György Lukács sostiene que el capítulo acerca del fetichismo contiene y sintetiza todo el materialismo histórico y el autoconocimiento de los trabajadores de la sociedad capitalista. Lukács; aún no había leído los Manuscritos económico filosóficos de 1844 (no publicados). Este fragmento de capítulo de la principal obra de Marx constituye uno de los resultados finales producto de sus miles y miles de páginas manuscritas y de las varias reelaboraciones de El Capital (este libro tuvo por lo menos cuatro redacciones. “El fetichismo de la mercancía y su secreto” corresponde a la última de todas).

          Aunque las teorías de la alienación y el fetichismo mantienen un fundamento teórico en común; la inversión entre subjetividad y objetividad que tiene lugar en la sociedad capitalista, o el doble proceso de la personificación de los objetos salidos del trabajo humano y la cosificación de las relaciones sociales) Es la razón por la que, en Historia y conciencia de clase, (una de las principales obras marxistas a nivel mundial), György Lukács sostiene que el capítulo acerca del fetichismo contiene y sintetiza todo el materialismo histórico y el autoconocimiento de los trabajadores de la sociedad capitalista. Lukács; aún no había leído los Manuscritos económico filosóficos de 1844 (no publicados). Este fragmento de capítulo de la principal obra de Marx constituye uno de los resultados finales producto de sus miles y miles de páginas manuscritas y de las varias reelaboraciones de El Capital (este libro tuvo por lo menos cuatro redacciones. “El fetichismo de la mercancía y su secreto” corresponde a la última de todas).

          Aunque las teorías de la alienación y el fetichismo mantienen un fundamento teórico en común; la inversión entre subjetividad y objetividad que tiene lugar en la sociedad capitalista, o el doble proceso de la personificación de los objetos salidos del trabajo humano y la cosificación de las relaciones sociales) El fetichismo explica exclusivamente las relaciones mercantiles capitalistas.

 

          En los textos maduros de 1867-1873 Marx aborda procesos análogos a los escritos juveniles de 1844, pero eludiendo cualquier referencia a una supuesta “esencia humana” perdida y alienada. En tanto proceso histórico que puede superarse en la historia, el fetichismo no tiene nada que ver con ninguna “esencia”. No se encuentra en el corazón ni en las entrañas más íntimas de ningún individuo.

          Por eso resulta un gravísimo error de las metafísicas “post” atribuir a la teoría marxiana del fetichismo una noción común, burguesa, fija y liberal de “sujeto”. Para Marx la idea de un sujeto libre y contractualista, cuyas decisiones son absolutamente racionales, totalmente soberanas y plenamente autoconscientes constituye una típica ficción jurídica. Ésta es precisamente la actitud del sujeto moderno contractualista presupuesto por la economía política neoclásica y su racionalidad calculadora e instrumental. El típico “sujeto libre” de la ideología burguesa, particularmente preferido por el individualismo liberal opositor a toda forma de Estado (corriente por la cual, dicho sea de paso, no pocas metafísicas “post” sienten una clara atracción nunca confesada aunque muchas de ellas presenten esas tendencias en lenguaje libertario).

          El sujeto para Marx no es el sujeto cartesiano, individual, propietario burgués de mercancías y capital, autónomo, soberano, racionalmente calculador con filosofía de tendero (el homo economicus eternamente mentado por la economía política neoclásica, liberal).

           El sujeto de Marx piensa en el género humano. Es un sujeto colectivo que se constituye como tal (incorporando las múltiples identidades personales y de grupo) en la lucha contra su enemigo histórico.

           El sujeto de Marx es LA CLASE TRABAJADORA, antagónica con el mundo organizado por los intereses estratégicos del mercado que estructura la ley de una sociedad salvage en que el hombre es un lobo para el hombre (Hobbes), donde los individuos son excluyentes entre si como teoriza la economía política liberal (Adam Smidt y seguidores).

          En su teoría crítica del fetichismo Marx sostiene que, a partir de la acumulación originaria y el intercambio generalizado de mercancías, las condiciones de vida expropiadas a las masas populares se autonomizan, cobrando vida propia como si fueran personas. Este proceso histórico genera que las condiciones de vida —transformadas en capital— se vuelven sujetos y los productores expropiados se vuelven objetos. La aparente “objetividad absoluta” de la estructura social termina predominando sobre las subjetividades enajenadas y presas del orden fetichista. Desaparece la persona arrasada por el virus del “trabajo abstracto” PLUSVALIA fuente de los “nuevos valores” del CAPITAL 

           La clase trabajadora, cuando en su penosa condición de vendedor de su vida (fuerza de trabajo) renunciando a su humanidad libre y creativa, solamente tiene sentido en su organización en la lucha para crear un mundo libre.

          La clase trabajadora nace en la LUCHA DE CLASES frente al virus del capital.

           La distinción elemental entre dos concepciones diametralmente opuestas y antagónicas acerca del sujeto permite evitar la sospechosa ambigüedad y los numerosos “MALENTENDIDOS” (?) sobre los cuales se estructura el cuestionamiento de las metafísicas “postmodernas” contra el MARXISMO REVOLUCIONARIO, y que conforman el actual “REFORMISMO” (la revolución ni es posible ni necesaria) que entre otras ha roto la veta revolucionaria en Euskal-Herria, los tristes destacamentos de cipayos del capital; desde el mediocre Beinstein hasta sus últimos discípulos negadores de la revolución.

 

          LA LUCHA DE CLASES NO LA COMPRENDE EL REFORMISMO SOLAMENTE EL CAPITAL Y LA CLASE TRABAJADORA PUEDEN ENTENDERLA.

 

          CRÍTICA del fetichismo

          En su teoría crítica del fetichismo Marx sostiene que, a partir de la acumulación originaria y el intercambio generalizado de mercancías, las condiciones de vida expropiadas a las masas obreras se autonomizan, cobrando vida propia como si fueran personas. Este proceso histórico genera que las condiciones de vida —transformadas en capital— se vuelven sujetos y los productores expropiados se vuelven objetos. La inversión fetichista consiste en que las cosas se personifican y los seres humanos, arrodillados ante ellas, se cosifican.

          Todo proceso fetichista combina históricamente la cosificación y la personificación, la aparente racionalidad de la parte y la irracionalidad del conjunto social, la elevación a máxima categoría de lo que no es más que un pequeño fragmento de la realidad.

          El fetichismo se caracteriza también por congelar y cristalizar cualquier proceso de desarrollo, definiendo ideológicamente las instancias sociales como si fuera fijas cuando en la vida real fluyen y se transforman. Las relaciones sociales se “evaporan” súbitamente y su lugar es ocupado por las cosas, las únicas mediadoras de los vínculos intersubjetivos a nivel social. Las reglas que rigen la vida de esa objetividad que escapa a todo control humano cobran autonomía absoluta y toman el timón del barco social. Se vuelven independientes de la conciencia y la voluntad colectivas.

          Son las reglas, los códigos y las leyes sociales —ajenas a todo control racional y a toda planificación estratégica— las que rigen de manera despótica el curso de la vida humana.

          En El Capital la teoría del fetichismo es la base de la teoría del valor y de la crítica de la economía política. Si Adam Smith y David Ricardo se preguntaron en su época por la cantidad del valor (¿cuánto valen las mercancías?... y respondían: de acuerdo al tiempo de trabajo para reproducirlas), en cambio nunca se interrogaron ¿por qué el trabajo humano genera valor?

          La respuesta a esta pregunta inédita en la historia de las ciencias sociales remite precisamente a la teoría crítica del fetichismo y a la categoría de trabajo abstracto (aquel tipo de trabajo humano vivo que se cosifica y cristaliza en sus productos como valor porque ha sido producido en condiciones mercantiles).

         

          La humildad de Marx siempre lo condujo, en sus libros e intervenciones públicas y en su correspondencia privada, a reconocer que él no había inventado ni descubierto la lucha de clases, ni la apropiación del excedente económico bajo sus diversas formas de manifestación (renta terrateniente, interés bancario, ganancia industrial) ni siquiera el socialismo o el comunismo.

          Sí estaba orgulloso de haber descubierto la categoría de plusvalor en su forma general (independientemente de la ganancia, renta e interés), la necesidad de un período de transición al comunismo bajo el poder de la clase obrera y lo más importante para la crítica de la economía política: La diferencia entre el trabajo concreto y el trabajo abstracto.

           Según la teoría marxista y su crítica de la economía política, el trabajo humano es “concreto” si produce “valores de uso”, objetos que satisfacen directamente una necesidad. En cambio, si el trabajo humano produce objetos para el mercado, que sólo serán consumidos después de haber sido intercambiados por el equivalente general, en ese caso el trabajo es “abstracto” y el objeto producido constituye una mercancía que posee, además de “valor de uso” un “valor de cambio” base de todo proceso de acumulación.

           En el modo de producción capitalista, la sociabilidad del trabajo abstracto es indirecta, está mediada por el mercado. Aunque al interior de cada unidad productiva capitalista —por ejemplo, un conglomerado multinacional de empresas— se realizan trabajos privados, todos ellos son fragmentos del mismo trabajo social global. Pero esa sociabilidad indirecta recién se manifiesta en el mercado. Al funcionar cada conglomerado u oligopolio de empresas de modo independiente y en competencia recíproca, no hay planificación del conjunto social (sí puede haber planificación o racionalidad parcial al interior de cada conglomerado pero ello no es extensible al conjunto de la sociedad capitalista mundial). Ésta sólo es posible si se socializan completamente los medios de producción y se ejerce una planificación democrática y participativa de toda la clase trabajadora.

          La categoría de “trabajo abstracto” está entonces estrechamente entrelazada con la teoría crítica del fetichismo porque es la sociabilidad indirecta, realizada a posteriori (después de haber sido producida) del trabajo social global la que se cosifica en los productos que cobran vida propia y dominan el mundializado capitalismo contemporáneo.

           Los sujetos colectivos —clases, pueblos, movimientos sociales, etc.— de la sociedad capitalista globalizada terminan subordinándose a los avatares contingentes y caprichosos de ese “capital-dinero autonomizado” que controla los mecanismos de producción, distribución y circulación del mercado.

           Racionalidad de la parte, irracionalidad del conjunto

Dentro de este horizonte histórico, el proceso de “disolución del hombre” que las metafísicas “post” elevan a hipóstasis última de la realidad y designan como sujeto borrado resulta plenamente explicable desde el ángulo de la teoría crítica del fetichismo. Si los sujetos sociales del capitalismo tardío no pueden controlar sus prácticas (a escala global), no pueden planificar racional y democráticamente la distribución social del trabajo colectivo, de sus beneficios y sus cargas, en las distintas ramas y actividades sociales, ello no deriva de algún principio inescrutable, insondable y metafísico...

          Es un proceso histórico y político estrictamente verificable. Es la sociedad mercantil capitalista —que hoy inunda todas las dimensiones mundiales; la que borra a los seres humanos, la que cancela sus posibilidades de decidir racionalmente el orden social, la que aniquila su soberanía política y la que ejerce un control despótico sobre su vida cotidiana y su salud mental. Es el PODER del CAPITAL

          Y la lógica fetichista del poder del capital combina de modo desigual pero complementario en la privatización de la vida cotidiana con la expansión integradora y mundializada de los mercados globales. Le llaman NEOLIBERALISMO.

          Es la que articula la falsa racionalidad de las sectas empresariales, cultivadoras de sus juegos del lenguaje intraducibles y mecenas de los creadores de “IDEOLOGÍA” (falsa realidad) que Marx desde su juventud nos enseñó como combatirla con “REALIDAD DIALÉCTICA.

           Sólo acabando con la lógica fetichista se podrá superar ese dualismo que desgarra con sus imposiciones y enajenaciones, cualquier proyecto humano, político y cultural en polos antinómicos irresolubles que fundamentan la LUCHA DE CLASES.

          ¿Qué mejor pedagogía que las noticias visibles noticias manipulados con el actual PRÓLOGO DE UNA PANDEMIA que oculta tras incoherentes explicaciones manipuladas, la militarización policial de una sociedad que vé aparecer una crisis que debe suponer la gran batalla mundial de la lucha de clases?

          La distinción elemental entre dos concepciones diametralmente opuestas y antagónicas acerca del sujeto permite evitar la sospechosa ambigüedad y los numerosos “MALENTENDIDOS” (?) sobre los cuales se estructura el cuestionamiento de las metafísicas “postmodernas” contra el MARXISMO REVOLUCIONARIO, y que conforman el actual “REFORMISMO” (la revolución ni es posible ni necesaria) que entre otras ha roto la veta revolucionaria en Euskal-Herria, los tristes destacamentos contemplativos del capital; desde el mediocre Beinstein hasta sus últimos discípulos del pensamiento blando; P.Iglesias, Prieto, Carrillo y los últimos contemplativos de la izquierda parlamentaria vasca.

 LA LUCHA DE CLASES NO LA COMPRENDE EL REFORMISMO. SOLAMENTE EL CAPITAL Y LA CLASE TRABAJADORA PUEDEN ENTENDERLA.

 

          La LUCHA DE CLASES que ha fundamentado todos los procesos de liberación de la humanidad dominada hoy brutal o sibilinamente lo llena todo.

          En esta civilización mundializada ya no hay sitio para los neutrales.

          La alternativa de mañana será:

CAOS o COMUNISMO.

Jon kerejeta

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