RUSIA CHINA Y LA OTAN (Parte 2/2)
https://www.voltairenet.org/article215198.html
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2- LAS VIOLACIONES DE LA CARTA DE LA ONU
Cincuenta Estados participaron en la negociación que dio lugar a la Carta de la ONU, durante la Conferencia de San Francisco –en 1945–, incluso antes de que las tropas soviéticas tomaran Berlín, precipitando así la capitulación del Reich nazi. La Carta de la ONU se adoptó por unanimidad. Desde entonces, otros 147 Estados decidieron firmarla, lo cual hace actualmente un total de 197 Estados.
El borrador de Tratado Bilateral Rusia-Estados Unidos que Moscú propuso a Washington el 17 de diciembre de 2021 para garantizar la paz estipula en su artículo 2 que:
«Las Partes velan por que todas las organizaciones internacionales, alianzas militares y coaliciones en las cuales participa al menos una de las Partes se apeguen a los principios enunciados en la Carta de las Naciones Unidas.»
Por las razones ya hemos explicado más arriba, eso implicaría la transformación de la OTAN o su disolución.
El borrador propuesto por Rusia también establece, en su artículo 4, que los Estados que fueron miembros de la Unión Soviética no pueden ser miembros de la OTAN. Eso implica que Estonia, Letonia y Lituania tienen que salir de la OTAN y que Ucrania y Georgia no pueden incorporarse a ese bloque militar.
La propuesta rusa establece en su artículo 7 la prohibición de desplegar armas nucleares fuera de las fronteras nacionales. Eso implica la retirada inmediata del armamento atómico ilegalmente almacenado en países como Italia y Alemania, en violación del Tratado de No Proliferación nuclear firmado en 1968.
Además, respetar la Carta de la ONU implica regresar al funcionamiento original de las Naciones Unidas y abandonar las prácticas ilegales que la ONU ha estado implementando desde la disolución de la Unión Soviética.
Poco a poco la ONU no sólo dejó de cumplir los objetivos estipulados en sus estatutos sino que se convirtió incluso en agente al servicio de la aplicación de las decisiones estadounidenses. Por ejemplo, los “Cascos Azules” que alguna vez fueron «fuerzas de interposición» se transformaron, desde la disolución de la URSS, en «fuerzas de mantenimiento de la paz». Eso significa que antes los Cascos Azules intervenían cuando los beligerantes lograban concluir un alto al fuego. Con el consentimiento explícito de las partes, los Cascos Azules de la ONU se interponían entonces entre los beligerantes y velaban por el respeto de los compromisos que las partes habían contraído. Ahora, los Cascos Azules ya no se interesan por el consentimiento de las partes, ni siquiera por la existencia de algún acuerdo entre ellas. En la práctica, durante la veintena de años que duró el debilitamiento de Rusia, el Consejo de Seguridad de la ONU se limitó a avalar las decisiones de Estados Unidos. Los Cascos Azules de la ONU se convirtieron en una fuerza más al servicio del Pentágono.
El ejemplo más evidente fue el caso de Libia. Estados Unidos organizó y financió falsos testimonios ante el Consejo de la ONU para los Derechos Humanos, en Ginebra. Según esos testimonios falsos, el líder libio Muammar el Kadhafi bombardeaba a su propio pueblo. Aquellos “testimonios” fueron transmitidos al Consejo de Seguridad y fue así como Estados Unidos obtuvo la aprobación de la resolución del Consejo que autorizaba la intervención de la OTAN para «proteger a la población» libia frente al «dictador». Seguidamente, la OTAN impidió que los jefes de Estados africanos viajaran a Libia para verificar lo que estaba sucediendo –de hecho, la alianza atlántica amenazó con matarlos a todos. Y luego bombardeó Libia, matando a unas 120 000 personas, miembros de la población que supuestamente iba a «proteger». La OTAN acabó dividiendo Libia en 3 territorios e instalando terroristas en el poder en Trípoli.
En el caso de Siria, la manipulación de la ONU fue aún más lejos. Después de haber encargado a la Liga Árabe la realización de una investigación para verificar si realmente había en Siria una “guerra civil”, la ONU nunca cuestionó la interrupción –sin explicación alguna– de aquella misión. ¿Por qué? Porque los expertos de los 21 países árabes que participaban en la investigación señalaron en su informe preliminar que las informaciones estadounidenses eran falsas.
Posteriormente, Estados Unidos impuso como segundo del secretario general de la ONU Ban ki-Moon, al segundo de la secretaria de Estado Hillary Clinton, el embajador Jeffrey Feltman, quien coordinó –desde la sede de la ONU– todos los aspectos (económico, político y militar) de las operaciones de los miembros de la OTAN en la guerra contra Siria. Años después, a pesar de que Jeffrey Feltman ya no ostenta cargos en la ONU y se dedica a cometer nuevas fechorías en otras latitudes, las agencias de la ONU siguen aplicando las directivas por él redactadas para rendir por hambre al pueblo sirio.
Lo anterior nos obliga a abordar la cuestión de las agencias de la ONU. Muchas de ellas sirven hoy de pantalla a las fechorías de Estados Unidos. Por ejemplo, en medio de la pandemia de Covid-19 todos han podido observar que las cotizaciones de los Estados miembros representan menos del 20% del presupuesto de la OMS (la Organización Mundial de la Salud), mientras que las donaciones de la fundación de Bill y Melinda Gates constituyen el 10%. Es un hecho que ciertas acciones de la OMS están fuertemente influenciadas por intereses privados.
¿Otro ejemplo? El representante permanente de Rusia en el Consejo de Seguridad, Vitali Churkin, reveló en 2012 que el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) había transportado por barco, desde Libia hacia Turquía, cientos de yihadistas armados para crear el llamado «Ejército Sirio Libre».
Pero eso no es todo. Durante la etapa de debilitamiento de Rusia, el Consejo de Seguridad de la ONU votó numerosas sanciones contra Estados. Muchos funcionarios de la ONU ya han comprobado en el terreno que tales sanciones causan hambrunas y provocan innumerables muertes entre la población civil. Pero las sanciones votadas por el Consejo de Seguridad sólo pueden anularse mediante una nueva votación… que Estados Unidos impide. Las llamadas «sanciones» no son sentencias pronunciadas después de un juicio sino armas utilizadas contra pueblos… en nombre de la ONU.
Ahora, como Washington ya no logra imponer la adopción de “sanciones” desde el Consejo de Seguridad, lo que hace es decretarlas unilateralmente y obligar la Unión Europea –su vasallo– a aplicarlas. En otras palabras, los países miembros de la Unión Europea asesinan civiles en numerosos países, ahora en nombre de la «democracia».
3- LA ESTRATEGIA RUSO-CHINA
En Occidente se suele anunciar lo que podría o debería ocurrir con la intención de atribuirse la paternidad del acontecimiento. A menudo nada se hace para que sucedan las cosas y Occidente se limita a esperar, felicitándose por adelantado. Eso es lo que se llama un “efecto de anuncio”.
Por el contrario, en Rusia y en China –donde se habla menos– sólo se anuncia aquello cuya realización ya se considera segura. Generalmente, los anuncios son allí la revelación de lo que ya está hecho.
Cuando el presidente ruso Vladimir Putin anuncia que va a poner a Estados Unidos en su lugar, no está hablando de algo negociable. Rusia sabe que para el presidente estadounidense Joe Biden negarse a retirarse no es una opción. Así que la intención de Rusia es obligarlo a retirarse, quizás lentamente pero seguramente.
Como un jugador de ajedrez, Moscú ha calculado de antemano todas las posibles jugadas. Le basta con mostrar su propia fuerza y, posiblemente, con “pinchar” por los costados. Por ejemplo, las fuerzas armadas rusas pudieran realizar una demostración de las posibilidades de sus misiles hipersónicos, para que todos puedan ver que tiene la capacidad necesaria para destruir cualquier objetivo en cualquier lugar del planeta. Incluso podría asestar un golpe a las fuerzas armadas de Estados Unidos en algún territorio que ese país ocupa ilegalmente.
El 15 de diciembre de 2021, Moscú y Pekín mostraron públicamente su alianza militar. Fue sólo 2 días antes de la publicación del borrador del tratado que Rusia propone a Estados Unidos. El presidente ruso Vladimir Putin y el presidente chino Xi Jinping incluso conversaron por videoconferencia en apoyo a la propuesta rusa. China insistió oficialmente en la legitimidad de esa exigencia. Si bien existen divergencias entre Rusia y China –incluso temas conflictivos como el de la Siberia oriental–, también es cierto que Moscú y Pekín están condenados a apoyarse entre sí. Tanto Rusia como China han sufrido los embates de las potencias occidentales en un pasado no muy lejano. Ambos países han comprobado la hipocresía de sus interlocutores occidentales y saben que se necesitan uno al otro para poder resistir.
En los últimos años, Rusia ha concebido y desarrollado nuevos tipos de armamento. En 2014, Rusia demostró que es capaz de neutralizar las comunicaciones y los sistemas de mando de barcos de guerra, como un destructor estadounidense –el USS Donald Cook– equipado con el sistema de combate Aegis que lo conecta a todos los lanzadores de misiles estadounidenses o incluso de un portaviones como el USS Ronald Reagan. Posteriormente Rusia demostró en el Levante que puede extender el espacio donde neutraliza todas las comunicaciones y sistemas de mando de la OTAN, en un radio de 300 kilómetros. Rusia dispone hoy de una superioridad evidente en los conflictos convencionales.
La OTAN ignoró por mucho tiempo la técnica francesa en materia de armas hipersónicas. Pero los soviéticos la perfeccionaron, camino que después siguió Rusia. Los portadores hipersónicos son hoy el arma decisiva, capaz de golpear con cargas nucleares cualquier objetivo en cualquier lugar del planeta. Esos medios atraviesan la atmósfera, ganan velocidad durante su trayectoria en el espacio para descender después sobre el blanco al reingresar en la atmósfera terrestre a velocidades que hacen imposible todo intento de interceptarlos.
De hecho, el oneroso «escudo antimisiles» de la OTAN ya es obsoleto. Rusia dispone actualmente de superioridad ante un eventual conflicto nuclear.
Moscú parece haber proporcionado una versión intermedia de ese armamento a la República Popular China y posiblemente a la República Popular Democrática de Corea. En Washington, el almirante Christopher Grady, jefe adjunto del Estado Mayor Conjunto, reconoció la ventaja tecnológica de Rusia y anunció que Estados Unidos está empeñado en salir de su retraso. El hecho es que, aunque el anterior presidente –Donald Trump– reactivó la investigación militar, el Pentágono necesitará muchos años para recuperar el tiempo perdido en ese sector.
La agresión exterior de Occidente contra Siria proporcionó a Rusia la posibilidad de poner a prueba una gran cantidad de armas nuevas y varias han resultado ser muy superiores al armamento occidental. Simultáneamente, el fracaso del faraónico programa del avión de combate estadounidense F-35, cuya incapacidad para satisfacer las expectativas creadas ya ha quedado ampliamente demostrada, confirma que la investigación militar estadounidense se ha quedado atrás. Sin embargo, el F-35, categorizado como un «caza polivalente furtivo», está siendo ampliamente vendido a los países miembros de la OTAN… mientras que la fuerza aérea de Estados Unidos (US Air Force) ha decidido apostar por la “reedición” del viejo F-16.
Por su parte, China ha desarrollado una técnica eficaz para destruir satélites, técnica que parece haber compartido con Rusia. La destrucción de un viejo satélite soviético, el 15 de noviembre de 2021, no lejos de la estación orbital internacional, suscitó gran conmoción en el seno de la OTAN. En este momento, China y Rusia pueden dejar a los ejércitos de la OTAN sordos y ciegos en sólo horas.
Thierry Meyssan