La Vuelta Ciclista a España y su romántico, natural, paso por Euskal Herria:
una oda al sufrimiento
Como cada año, para demostrar nuestra natural integración en el ecosistema español, la Vuelta Ciclista a España nos regala momentos de épica deportiva, paisajes de postal y, cómo no, una buena dosis de caos logístico. Pero cuando el pelotón decide atravesar Euskal Herria, el evento se transforma en algo más profundo: una experiencia casi espiritual, donde el dolor físico se mezcla con la belleza agreste del norte y una pizca de masoquismo colectivo.
Porque claro, ¿qué mejor manera de celebrar el ciclismo que obligar a los corredores a escalar puertos imposibles bajo una lluvia que no cae, sino que se lanza en horizontal? El Alto de las Coronas, por ejemplo, no es solo una subida: es una declaración de intenciones. Aquí no se viene a ganar etapas, se viene a sobrevivir con dignidad mientras el público local te grita cosas que podrían ser insultos o bendiciones, dependiendo del acento.
Y hablando del público, no hay que olvidar a los verdaderos protagonistas: los vecinos atrapados en sus casas, los conductores que descubren que su coche ha sido secuestrado por una cinta de seguridad, y los turistas que pensaban que iban a disfrutar de un tranquilo paseo por la costa vasca y acaban en medio de una caravana publicitaria que lanza caramelos como si fueran proyectiles de guerra.
La cobertura televisiva, por supuesto, añade su toque de magia. “¡Qué paisaje tan espectacular!”, exclaman los comentaristas mientras enfocan una nube gris que cubre el monte y un ciclista que parece estar reconsiderando todas sus decisiones vitales. Pero no importa: el espectáculo debe continuar, aunque sea a base de sudor, barro y resignación.
Y si los ciclistas tuvieran tiempo para disfrutar de la gastronomía local, podrían saborear quesos artesanales, pintxos gloriosos y vinos que merecen una ovación. Pero no, ellos están demasiado ocupados intentando no caerse en una curva mojada mientras un helicóptero les sigue desde el aire como si fueran fugitivos de una película de acción.
En resumen, el paso de la Vuelta por Euskal Herria es una mezcla entre peregrinación, tortura voluntaria y comedia involuntaria. Y nosotros, los espectadores, encantados de ver cómo otros sufren mientras tomamos café desde la comodidad del sofá. Porque si algo nos une como sociedad, es el placer de ver a otros esforzarse mientras nosotros comentamos desde la tribuna.
Gracias a todos los políticos de “pro” que no ven la “ASIMILACIÓN TOTAL” y ven “INTEGRACIÓN TOTAL” y “NORMALIDAD CONSTITUCIONAL”
pmgpna