RUSIA CHINA Y LA OTAN (Parte 2/2)

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RUSIA CHINA Y LA OTAN (Parte 2/2)

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        2- LAS VIOLACIONES DE LA CARTA DE LA ONU

          Cincuenta Estados participaron en la negociación que dio lugar a la Carta de la ONU, durante la ‎Conferencia de San Francisco –en 1945–, incluso antes de que las tropas soviéticas tomaran ‎Berlín, precipitando así la capitulación del Reich nazi. La Carta de la ONU se adoptó por ‎unanimidad. Desde entonces, otros 147 Estados decidieron firmarla, lo cual hace actualmente ‎un total de 197 Estados. ‎

           El borrador de Tratado Bilateral Rusia-Estados Unidos que Moscú propuso a Washington el 17 de ‎diciembre de 2021 para garantizar la paz estipula en su artículo 2 que:

         «Las Partes velan por que todas las organizaciones internacionales, alianzas militares y ‎coaliciones en las cuales participa al menos una de las Partes se apeguen a los principios ‎enunciados en la Carta de las Naciones Unidas.»‎

           Por las razones ya hemos explicado más arriba, eso implicaría la transformación de la OTAN o su ‎disolución. ‎

        El borrador propuesto por Rusia también establece, en su artículo 4, que los Estados que fueron ‎miembros de la Unión Soviética no pueden ser miembros de la OTAN. Eso implica que Estonia, ‎Letonia y Lituania tienen que salir de la OTAN y que Ucrania y Georgia no pueden incorporarse a ‎ese bloque militar. ‎

        La propuesta rusa establece en su artículo 7 la prohibición de desplegar armas nucleares fuera de ‎las fronteras nacionales. Eso implica la retirada inmediata del armamento atómico ilegalmente ‎almacenado en países como Italia y Alemania, en violación del Tratado de No Proliferación ‎nuclear firmado en 1968. ‎

         Además, respetar la Carta de la ONU implica regresar al funcionamiento original de las Naciones ‎Unidas y abandonar las prácticas ilegales que la ONU ha estado implementando desde la ‎disolución de la Unión Soviética. ‎

        Poco a poco la ONU no sólo dejó de cumplir los objetivos estipulados en sus estatutos sino que ‎se convirtió incluso en agente al servicio de la aplicación de las decisiones estadounidenses. ‎Por ejemplo, los “Cascos Azules” que alguna vez fueron «fuerzas de interposición» ‎se transformaron, desde la disolución de la URSS, en «fuerzas de mantenimiento de la paz». Eso ‎significa que antes los Cascos Azules intervenían cuando los beligerantes lograban concluir un alto ‎al fuego. Con el consentimiento explícito de las partes, los Cascos Azules de la ONU se ‎interponían entonces entre los beligerantes y velaban por el respeto de los compromisos que las partes ‎habían contraído. Ahora, los Cascos Azules ya no se interesan por el consentimiento de ‎las partes, ni siquiera por la existencia de algún acuerdo entre ellas. En la práctica, durante la ‎veintena de años que duró el debilitamiento de Rusia, el Consejo de Seguridad de la ONU ‎se limitó a avalar las decisiones de Estados Unidos. Los Cascos Azules de la ONU ‎se convirtieron en una fuerza más al servicio del Pentágono. ‎

        El ejemplo más evidente fue el caso de Libia. Estados Unidos organizó y financió falsos ‎testimonios ante el Consejo de la ONU para los Derechos Humanos, en Ginebra. Según esos ‎testimonios falsos, el líder libio Muammar el Kadhafi bombardeaba a su propio pueblo. ‎Aquellos “testimonios” fueron transmitidos al Consejo de Seguridad y fue así como ‎Estados Unidos obtuvo la aprobación de la resolución del Consejo que autorizaba la intervención ‎de la OTAN para «proteger a la población» libia frente al «dictador». Seguidamente, la OTAN ‎impidió que los jefes de Estados africanos viajaran a Libia para verificar lo que estaba ‎sucediendo –de hecho, la alianza atlántica amenazó con matarlos a todos. Y luego bombardeó ‎Libia, matando a unas 120 000 personas, miembros de la población que supuestamente iba a ‎‎«proteger». La OTAN acabó dividiendo Libia en 3 territorios e instalando terroristas en el poder ‎en Trípoli.‎

        En el caso de Siria, la manipulación de la ONU fue aún más lejos. Después de haber ‎encargado a la Liga Árabe‎ la realización de una investigación para verificar si realmente había en Siria una “guerra civil”, la ONU nunca cuestionó la interrupción –sin explicación alguna– de aquella misión. ‎‎¿Por qué? Porque los expertos de los 21 países árabes que participaban en la investigación ‎señalaron en su informe preliminar que las informaciones estadounidenses eran falsas. ‎

        Posteriormente, Estados Unidos impuso como segundo del secretario general de la ONU Ban ki-‎Moon, al segundo de la secretaria de Estado Hillary Clinton, el embajador Jeffrey Feltman, quien ‎coordinó –desde la sede de la ONU– todos los aspectos (económico, político y militar) de las ‎operaciones de los miembros de la OTAN en la guerra contra Siria. Años después, a pesar de que Jeffrey Feltman ya no ostenta cargos en ‎la ONU y se dedica a cometer nuevas fechorías en otras latitudes, las agencias de la ONU siguen ‎aplicando las directivas por él redactadas para rendir por hambre al pueblo sirio.‎

         Lo anterior nos obliga a abordar la cuestión de las agencias de la ONU. Muchas de ellas sirven ‎hoy de pantalla a las fechorías de Estados Unidos. Por ejemplo, en medio de la pandemia de ‎Covid-19 todos han podido observar que las cotizaciones de los Estados miembros representan ‎menos del 20% del presupuesto de la OMS (la Organización Mundial de la Salud), mientras que las ‎donaciones de la fundación de Bill y Melinda Gates constituyen el 10%. Es un hecho que ciertas ‎acciones de la OMS están fuertemente influenciadas por intereses privados. ‎

            ¿Otro ejemplo? El representante permanente de Rusia en el Consejo de Seguridad, Vitali Churkin, ‎reveló en 2012 que el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) había ‎transportado por barco, desde Libia hacia Turquía, cientos de yihadistas armados para crear el ‎llamado «Ejército Sirio Libre».‎

        Pero eso no es todo. Durante la etapa de debilitamiento de Rusia, el Consejo de Seguridad de ‎la ONU votó numerosas sanciones contra Estados. Muchos funcionarios de la ONU ya han ‎comprobado en el terreno que tales sanciones causan hambrunas y provocan innumerables ‎muertes entre la población civil. Pero las sanciones votadas por el Consejo de Seguridad ‎sólo pueden anularse mediante una nueva votación… que Estados Unidos impide. Las llamadas ‎‎«sanciones» no son sentencias pronunciadas después de un juicio sino armas utilizadas ‎contra pueblos… en nombre de la ONU. ‎

         Ahora, como Washington ya no logra imponer la adopción de “sanciones” desde el Consejo ‎de Seguridad, lo que hace es decretarlas unilateralmente y obligar la Unión Europea –su vasallo– ‎a aplicarlas. En otras palabras, los países miembros de la Unión Europea asesinan civiles en ‎numerosos países, ahora en nombre de la «democracia». ‎

        3- LA ESTRATEGIA RUSO-CHINA   

        En Occidente se suele anunciar lo que podría o debería ocurrir con la intención de atribuirse la paternidad del ‎acontecimiento. A menudo nada se hace para que sucedan las cosas y Occidente se limita a ‎esperar, felicitándose por adelantado. Eso es lo que se llama un “efecto de anuncio”. ‎

         Por el contrario, en Rusia y en China –donde se habla menos– sólo se anuncia aquello cuya ‎realización ya se considera segura. Generalmente, los anuncios son allí la revelación de lo que ya ‎está hecho. ‎

        Cuando el presidente ruso Vladimir Putin anuncia que va a poner a Estados Unidos en su lugar, ‎no está hablando de algo negociable. Rusia sabe que para el presidente estadounidense Joe ‎Biden negarse a retirarse no es una opción. Así que la intención de Rusia es obligarlo a retirarse, ‎quizás lentamente pero seguramente.

          Como un jugador de ajedrez, Moscú ha calculado de ‎antemano todas las posibles jugadas. Le basta con mostrar su propia fuerza y, posiblemente, con ‎“pinchar” por los costados. Por ejemplo, las fuerzas armadas rusas pudieran realizar una ‎demostración de las posibilidades de sus misiles hipersónicos, para que todos puedan ver que tiene ‎la capacidad necesaria para destruir cualquier objetivo en cualquier lugar del planeta. Incluso ‎podría asestar un golpe a las fuerzas armadas de Estados Unidos en algún territorio que ese país ‎ocupa ilegalmente. ‎

         El 15 de diciembre de 2021, Moscú y Pekín mostraron públicamente su alianza militar. Fue sólo ‎‎2 días antes de la publicación del borrador del tratado que Rusia propone a Estados Unidos. El presidente ‎ruso Vladimir Putin y el presidente chino Xi Jinping incluso conversaron por videoconferencia ‎en apoyo a la propuesta rusa. China insistió oficialmente en la legitimidad de esa exigencia. ‎Si bien existen divergencias entre Rusia y China –incluso temas conflictivos como el de la Siberia ‎oriental–, también es cierto que Moscú y Pekín están condenados a apoyarse entre sí. Tanto ‎Rusia como China han sufrido los embates de las potencias occidentales en un pasado no muy ‎lejano. Ambos países han comprobado la hipocresía de sus interlocutores occidentales y saben ‎que se necesitan uno al otro para poder resistir. ‎

         En los últimos años, Rusia ha concebido y desarrollado nuevos tipos de armamento. ‎En 2014, Rusia demostró que es capaz de neutralizar las comunicaciones y los sistemas ‎de mando de barcos de guerra, como un destructor estadounidense –el USS Donald Cook– equipado con el sistema de ‎combate Aegis que lo conecta a todos los lanzadores de misiles estadounidenses o incluso de un portaviones como el USS Ronald Reagan. Posteriormente Rusia demostró en ‎el Levante que puede extender el espacio donde neutraliza todas las comunicaciones y sistemas ‎de mando de la OTAN, en un radio de 300 kilómetros. Rusia dispone hoy de una superioridad evidente en los conflictos convencionales. ‎

        La OTAN ignoró por mucho tiempo la técnica francesa en materia de armas hipersónicas. Pero ‎los soviéticos la perfeccionaron, camino que después siguió Rusia. Los portadores hipersónicos son hoy el arma decisiva, capaz de golpear con ‎cargas nucleares cualquier objetivo en cualquier lugar del planeta. Esos medios atraviesan la ‎atmósfera, ganan velocidad durante su trayectoria en el espacio para descender después sobre ‎el blanco al reingresar en la atmósfera terrestre a velocidades que hacen imposible todo intento ‎de interceptarlos.

        De hecho, el oneroso «escudo antimisiles» de la OTAN ya es obsoleto. Rusia dispone actualmente de superioridad ante un ‎eventual conflicto nuclear.

        Moscú parece haber proporcionado una versión intermedia de ese armamento a la República ‎Popular China y posiblemente a la República Popular Democrática de Corea. En Washington, ‎el almirante Christopher Grady, jefe adjunto del Estado Mayor Conjunto, reconoció la ventaja ‎tecnológica de Rusia y anunció que Estados Unidos está empeñado en salir de su retraso. ‎El hecho es que, aunque el anterior presidente –Donald Trump– reactivó la investigación militar, ‎el Pentágono necesitará muchos años para recuperar el tiempo perdido en ese sector. ‎

        La agresión exterior de Occidente contra Siria proporcionó a Rusia la posibilidad de poner ‎a prueba una gran cantidad de armas nuevas y varias han resultado ser muy superiores al armamento ‎occidental. Simultáneamente, el fracaso del faraónico programa del avión de combate ‎estadounidense F-35, cuya incapacidad para satisfacer las expectativas creadas ya ha quedado ampliamente demostrada, confirma que la investigación militar estadounidense se ha quedado ‎atrás. Sin embargo, el F-35, categorizado como un «caza polivalente furtivo», está siendo ‎ampliamente vendido a los países miembros de la OTAN… mientras que la fuerza aérea de ‎Estados Unidos (US Air Force) ha decidido apostar por la “reedición” del viejo F-16.‎

         Por su parte, China ha desarrollado una técnica eficaz para destruir satélites, técnica que parece ‎haber compartido con Rusia. La destrucción de un viejo satélite soviético, el 15 de noviembre ‎de 2021, no lejos de la estación orbital internacional, suscitó gran conmoción en el seno de ‎la OTAN. En este momento, China y Rusia pueden dejar a los ejércitos de la OTAN sordos y ciegos en sólo ‎horas. ‎

Thierry Meyssan

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